El Impacto del Sexo en Nuestra Energía
- Gabriel Omar Mendoza Flores
- 21 feb
- 2 Min. de lectura

El sexo no es solo una experiencia física; es un intercambio de energía que puede fortalecer o desgastar a una persona. En días recientes, se volvió viral el caso de una mujer que, tras múltiples encuentros sexuales, terminó en un estado de agotamiento extremo, hasta el punto de quebrarse física y emocionalmente. Este evento nos lleva a cuestionarnos qué tanto estamos considerando la carga energética que implica el sexo y cómo nos afecta más allá del placer inmediato.
En una sociedad que romantiza la idea del sexo sin límites ni consecuencias, olvidamos que cada encuentro no solo involucra cuerpos, sino también emociones, pensamientos y energía. No se trata de un simple acto mecánico; es una conexión que, dependiendo de la intención y la frecuencia, puede potenciar a una persona o drenarla completamente.
El cuerpo tiene un límite, y la mente también. La dopamina que libera el sexo puede generar una sensación de euforia momentánea, pero si se abusa de ella sin conciencia, puede llevar al desgaste emocional, al vacío existencial y, como en el caso viral, al agotamiento físico. No es una cuestión moralista, sino de equilibrio: ¿realmente estamos teniendo sexo por deseo consciente o simplemente para llenar un vacío?
El sexo debería ser un acto de conexión y no solo de consumo. Cuando se ve como un simple desahogo, se convierte en una transacción que deja más pérdidas que ganancias. Y en un mundo donde todo se consume rápido, incluso las relaciones, ¿qué nos queda cuando el placer inmediato se acaba?
La pregunta no es cuánto sexo podemos tener, sino cuánto estamos dispuestos a intercambiar de nosotros mismos en cada encuentro. Porque al final, el sexo también es un reflejo de nuestra energía, y gastarla sin medida puede terminar por quebrarnos.
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