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La trampa del dolor y por qué no te conviene evitarlo

  • Foto del escritor: Gabriel Omar Mendoza Flores
    Gabriel Omar Mendoza Flores
  • 30 mar
  • 2 Min. de lectura

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Acabo de ver Real Pain y me dejó muchas impresiones. No es solo una película sobre un viaje, es un recordatorio brutal de que la felicidad no es un estado permanente y que intentar evitar el dolor es un error costoso.

La historia sigue a dos primos, uno más roto que el otro, emprendiendo un viaje a Polonia. Un viaje que, en teoría, es para conectar con sus raíces y visitar la casa donde vivió su abuela (muerta), pero que en realidad se convierte en un desfile de choques emocionales y reflexiones incómodas. Lo interesante es que la película no busca que te sientas cómodo con lo que ves. Te obliga a sentarte con el dolor, con el cinismo de sus personajes y con la verdad de que muchas veces no hay redención al final del túnel, solo aceptación.

Hay un momento en la película donde sueltan una frase que se me quedó pegada: “El dinero es como la heroína para los aburridos”. Porque eso es lo que hacemos, ¿no? Nos distraemos. Compramos cosas. Buscamos placeres rápidos. Como si llenar la agenda o acumular más experiencias fuera la solución al vacío existencial. Pero al final del día, la incomodidad sigue ahí, esperando a que dejemos de hacer ruido para recordarnos que existe.

El problema es que evitar el dolor es peligroso. Creemos que anestesiarnos con distracciones nos protege, pero en realidad nos hace más frágiles. La incomodidad que evitamos hoy se acumula y, cuando finalmente nos alcanza, lo hace con más fuerza. La gente que no aprende a lidiar con la tristeza se vuelve dependiente de cualquier cosa que la mantenga a raya: dinero, éxito, validación. Pero no hay escape real. Solo una cuenta pendiente que eventualmente hay que pagar.

A lo largo de la película, los protagonistas tienen interacciones que oscilan entre lo hilarante y lo profundamente trágico. Discuten, se hieren, intentan reconectar sin saber cómo. Y ahí es donde Real Pain brilla: en mostrar que muchas veces las relaciones humanas están rotas no porque alguien sea malo o egoísta, sino porque la vida misma es un cúmulo de momentos inconexos que no siempre tienen sentido.

Real Pain no vende felicidad, vende realidad. Nos recuerda que el dolor es parte del trato y que no hay escape elegante. Y quizás ahí está la clave: en dejar de correrle y aprender a convivir con él. Porque la felicidad no es un estado permanente, es un respiro entre todo lo demás.


 
 
 

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