Pensar rápido, pensar despacio: La trampa de nuestras decisiones
- Gabriel Omar Mendoza Flores
- 21 feb
- 2 Min. de lectura

Vivimos con la ilusión de que tomamos decisiones racionales. Creemos que cuando elegimos algo, lo hacemos porque analizamos todas las opciones, porque fuimos lógicos y conscientes. Pero la verdad es que la mayoría de nuestras decisiones están diseñadas para ser rápidas, no correctas.
Daniel Kahneman lo explica en Pensar rápido, pensar despacio con dos sistemas:
El Sistema 1: rápido, automático, impulsivo. Es el que te hace decir “me funciona” o “se siente bien”. Es la intuición, el instinto, la reacción sin pensar.
El Sistema 2: lento, analítico, racional. Es el que te hace dudar, analizar y calcular. Pero también es el que más flojera nos da usar.
El problema es que la vida nos pone en situaciones donde deberíamos usar el Sistema 2, pero seguimos operando con el 1. Es como querer tomar la mejor decisión de inversión porque “sientes que es buena” o elegir pareja basado en un crush momentáneo en lugar de ver la compatibilidad a largo plazo.
El Sistema 1 nos mete en trampas como:
El sesgo de confirmación: Solo buscamos información que refuerce lo que ya creemos. Por eso mucha gente nunca cambia de opinión.
La falacia del costo hundido: Seguimos en relaciones o trabajos que no nos hacen felices solo porque ya invertimos demasiado en ellos.
El sesgo de disponibilidad: Creemos que lo más reciente o lo más impactante es lo más importante, aunque no sea representativo.
La clave no es apagar el Sistema 1, sino saber cuándo no confiar en él. Si vas a decidir qué comer, déjalo actuar. Pero si vas a elegir tu futuro, tu inversión o tu relación, es mejor sentarte, analizar y pensar despacio.
Porque la peor decisión que puedes tomar es la que nunca cuestionaste.
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